Vivo.

Podría ser el indicado para desmembrar el universo en busca de los dolores de panza mas agudos de todos, podría ser el mejor guiando sueños hacia el olvido, podría ser el único mago sin conejo, y con una capa vieja que después de terminar su acto desaparece tirando talco como un idiota. Tal vez se podría interpretar mi accionar como un nene tonto chocándose la cabeza contra un palo esperando que sangre para reírse del color rojo. Lograría llegar al fondo del mar tan solo atándome la terquedad al pie derecho y flotaría nuevamente si inflara mi ego como una piñata berreta de cumpleaños barato.
 Podría, sería, lograría... El condicional cansa.
 Yo vivo.

La tierra a punto de soñar.

Me habla con su fuerza 
mientras pasea una hoja por el tiempo, 
y me dice que de tu cuerpo pende el hilo
que regula las estrellas que al mismo tiempo
enseñan a caminar a los sueños.

Espejo.

Enfermo de un color disperso,
de emociones agudas y fugases,
de corazon en la mano,
de caminar febril y temperamental.

Loco de mil garabatos en la boca,
de infumable humor matinal
y ojos esponjas del viento.  

Paranoico esgrimista del tiempo,
irreal rebelde de un mundo complejo,
idiota de ideas raras,
bufón de la vida.

Paredes, huecos, pasillos, comienzos.
Lucha, caminos difíciles, obstáculos, felicidad.
Música, pinceles, cama, arte.
Una pequeña parte de un Etcétera gigante.

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Ojos que buscan ojos para fundirse 
en un frenar de mundo inexplicable,
en una pared de sonrisas amontonadas 
para salir al cielo.
Un pañuelo que dibuja mi boca en tu cuello,
palabras que sin dejar de ser hermosas 
sobran al encontrarse con lo inefable 
que es el momento en el que nos vemos.